domingo, 26 de octubre de 2008

Cuento Para Infantes Profundos

El hombre de azúcar camina por la calle Riobamba y piensa que el mundo no está hecho para él. Observa humanos con traje y corbata, humanas con pollera y taco aguja y vuelve a pensar que el mundo, definitivamente, no está hecho para él. Se asoma a un kiosco y pide un paquete de galletitas de agua. Sin embargo, un señor de bigotes que atiende detrás del mostrador no tiene cambio y el hombre de azúcar se lamenta en silencio y mirando para abajo: este planeta se ha vuelto loco.
Al caer la tarde se sienta en una plaza céntrica repleta de arbolitos grises y al hombre de azúcar se le acerca una paloma que le muerde un pedacito de la oreja. El hombre de azúcar piensa: las palomas se han vuelto cada vez más confianzudas. Saca un pañuelo de su bolsillo y se limpia cinco lagrimitas que se desprenden de sus dulces y granulados agujeritos por donde mira.
Hacia la noche, el hombre de azúcar decide olvidarse por un rato de sus penas, toma tres sorbos de jugo de limón para relajarse y se recuesta en su cama para soñar con tortas y felicidad.

sábado, 25 de octubre de 2008

Ay, ella

-Parece rico el queso. Viste que cuando yo hablo a veces parezco medio confundida pero en realidad sé perfectamente lo que estoy diciendo. Ahora por ejemplo podría decirte frases concretas, pero no. Elijo oraciones un poco más complejas para confundirte un poco. Para ser más misteriosa, viste. Yo soy medio así, medio rarita, pero no. Me hago nada más. Pasame un pedazo de queso, por favor. Gracias. Te digo todo esto porque pienso que vos capaz pensás que yo invento cosas y eso. En realidad, la verdad verdadera, es decir, lo verdadero de esto es que yo te estoy tratando de decir algo muy simple, algo así como que me gustás capaz, pero no. No es eso. Me sale esto. No me sale otra cosa. Me sale esto. Voy a dormirme pensando en esa cosa que no me sale para ver si me despierto iluminada. Ay, al final no es rico este queso. Pero no es rico para nada este queso. Qué lástima, ¿no?.

-A mi me parece rico.

-Ah.

jueves, 16 de octubre de 2008

mala

Voy a decir que me gustan mucho las verduras y los perros. También voy a decir que tengo grandes ideas y que nunca me gustó el mundillo del espectáculo. Voy a llevar un anotador y un lápiz negro para escribir palabras inteligentísimas y describir a gente interesantísima. Durante los descansos opinaré sabiamente de política, globalización, instituciones públicas y mundo contemporáneo.
Quizás lastime a un par de hombres y luego los bese para confundirlos. Comeré chocolates caros y sushi de primera con gente bella. Tomaré café con aspirinetas y me pondré perfumes con gusto a sal.
Y si alguien llegara a caerme mal, le haré un vudú. Sin pensarlo dos veces.
Porque soy una piba jodida

sábado, 4 de octubre de 2008

Dos mujeres

A Elena acaba de dejarla el amor de su vida.
Elena llora. Llora en su cama, en el baño, mientras cocina un huevo revuelto y mientras habla por teléfono. Grita palabras y frases cortas como “forro”, “hijos de puta todos”, “te amo”, “listo“; y en un momento balbucea una canción de un cantante puertorriqueño de moda que ni siquiera le gusta.
Elena no duerme. Llora. Come una lata de arvejas secas y llora. Rompe objetos. Marca un número en el teléfono, corta. Marca otro y le llora a su amiga María
María le dice palabras lindas: mejor que se terminó, nunca más, ahora sí, llegó la hora de pensar en uno, che; al fin y al cabo se trata de una relación nociva/enferma/histérica/dependiente que hace mal al alma y baja el autoestima una barbaridad.
Elena responde: qué lindo, qué lindo poder ver las cosas tan claras. Asegura que la relación en sí era “in-disfrutable” y que no sirve tapar los verdaderos problemas de uno con un desamor ridículo.
No sirve, no sirve, no sirve; le grita.
Cortan el teléfono contentas.
Las palabras de María y Elena quedan resonando en la cabeza de ambas durante largos minutos.
Mientras Elena se duerme, María toma vino, fuma marihuana, escucha canciones románticas con su novio y piensa que sin él, su vida no tendría ningún sentido.